En ficción, casi todos los personajes masculinos siguen el
mismo “código de hermanos”. Y una de las reglas de este código, es que los
hombres no se abrazan. Tampoco hablan de cosas emocionales, porque eso es
lo que las chicas hacen; si un hombre lo hace entonces es débil o gay. La
sensibilidad no es prioridad para los chicos. Incluso los hombres más
comprensivos no quieren parecer sensibles, por el miedo a ser llamados maricas.
Los chicos no muestran afecto ni siquiera a su padre. Después
de una poco usual charla personal, no importa si es larga o corta, siempre
espera que se presente un silencio incómodo; alguien se aclarará la garganta y
dirá “me tengo que ir” o “fue bueno hablar, hijo”. Puede haber un tembloroso
saludo de manos, pero nunca un abrazo, al menos no uno que dure más de tres
segundos. Esto es un enorme “doble estándar”, implica que los hombres que
muestran afecto son débiles, pero es normal que las mujeres sean afectivas.
Esta conducta es en realidad algo reciente, y varía bastante
de un lugar a otro. Antes del siglo dieciocho, era todo lo contrario, los hombres
debían mostrar sensibilidad. Incluso, muestras de afecto en público (entre
hombres) era común hace poco menos de doscientos años. Sólo había restricciones
en países con una fuerte influencia puritana. Por ejemplo, en el siglo
diecinueve, los ingleses veían con horror que los hombres franceses y alemanes
se besaban en la boca.
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